ARQUITECTURA PRERROMÁNICA ASTURIANA.
OVIEDO 848.
Tras
la invasión musulmana comenzada en el 711, la situación política
en la Península Ibérica quedará marcada por el devenir de tres
territorios, por una lado el principal, que será Al-Andalus, la
Marca Hispánica y la actual Asturias, que se consolidará como reino
entre los siglos VIII y X, y en cierto modo sucesor del antiguo reino
visigodo.
Su
particular situación geográfica, junto con las influencias
provenientes de la Europa cristiana de la época y los elementos que
perviven de la tradición visigoda, darán como resultado un nuevo
arte con características particulares.
Las
distintas conquistas territoriales permitieron ubicar la capital del
reino en Oviedo, y durante el reinado de Ramiro I se promoverá una
ingente actividad constructiva, en el contexto del monte del Naranco,
a las inmediaciones de la ciudad, se construirá un complejo
palatino, del que se conservan dos edificios, la iglesia de San
Miguel de Lillo, y la Iglesia de Santa María del Naranco, del
primero sólo se conservará la parte occidental del mismo.
El
origen de Santa María del Naranco será como pabellón de uso civil,
de ello dan muestra su configuración arquitectónica y su decoración
escultórica a base de temas profanos, pero pronto será reconvertida
en iglesia.
Su
planta rectangular se asienta sobre un zócalo de piedra que sirve de
base para un edificio de dos alturas, ambas cubiertas por bóveda de
cañón reforzada por arcos fajones que descansan en ménsulas,
siendo más esbelta la del piso superior. El piso inferior de escasa
altura, sería la zona de servicio.
Al
piso superior, o salón regio, se accede por una escalera doble,
exterior, en ambos extremos se abre al exterior mediante una triple
arquería de arcos de medio punto sustentados por columnas.
La
decoración del edificio se caracteriza por una serie de molduras o
líneas de imposta junto con relieves rectangulares y medallones, se
trata de un relieve muy plano y con mucho esquematismo, lo más
destacado serán los relieves sogueados de capiteles y fustes que
decoran las columnas del edificio, sobre las que descansan unos arcos
ciegos que articulan los muros.
Un
elemento característico de esta arquitectura serán las cámaras
abiertas, únicamente al exterior, conocidas como “tesoro” de los
edificios eclesiásticos.
Para
su construcción se empleó sillarejo y hormigón, y en los ángulos
del edificio se dispusieron sillares de mayores dimensiones que junto
a una serie de contrafuertes exteriores, sirvieron para reforzar el
conjunto.
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